domingo, enero 02, 2005

Las imágenes del trágico incendio: ¿información sin límite o respeto del dolor?

Las víctimas desnudas sobre la vereda. Los desgarradores llantos ante la peor noticia. Los intentos de reanimación de los heridos. Las esperas angustiosas en la morgue. Abundaron los primeros planos de rostros gritando. Los cuerpos sin vida.
Como no podía ser de otra manera, la información sobre el incendio en un recital de un grupo de rock acaparó la atención nacional durante días. Las escenas semejaban sucesos de una película. El acontecimiento fatal y espectacular a la vez, pareció especialmente destinado para la pantalla televisiva. Y, ante esto, numerosos medios consideraron que todo debía ser visto y mostrado. El lema, muchas veces, pareció ser: “cuánto más espanto, mejor”.
Es cierto que no existe ningún reglamento que indique cómo proceder en estos casos. La frontera que separa la información de la estimulación al espanto son muy frágiles. Y sería una ingenuidad proponer que los noticieros no se hagan eco de estos acontecimientos. La noticia de un drama colectivo es siempre algo no rutinario digno de atención. Sin embargo, ¿ es imprescindible mostrar el acto estremecedor de una persona combatiendo entre la vida o la muerte?
Desde el atentado producido a las torres gemelas el 11 de septiembre en EEUU, sabemos que los medios de comunicación pueden narrar de otra forma las catástrofes. En esa oportunidad, aunque los hechos causaron cerca de 3000 víctimas, no existió una sola imagen de un cadáver. La televisión norteamericana optó deliberadamente, por no difundir imágenes “chocantes”. Las autoridades de los canales decidieron no difundir ninguna escena dantesca.
En oposición, muchas de las cámaras que registraron los hechos del incendio en “República Cromagnon”, lamentablemente no se limitaron a dar cuenta de lo sucedido. Su objetivo principal fue producir emociones en los espectadores. Esta transmisión reiterada de escenas desgarradoras remiten a un eterno debate ético. Por un lado, el derecho del público a recibir una información completa. Por otro, la necesidad de respeto por el sufrimiento de las personas y la sensibilidad de los televidentes.
Tal vez sea la hora de llegar a un punto intermedio entre la libertad de prensa y el derecho a la privacidad de los heridos, los muertos y sus familias. La mesura debería ser un buen parámetro para la información de una tragedia.
Ante la cobertura de un drama colectivo, se trata de tener una actitud humana y respetuosa. No se puede mercantilizar con el dolor.