viernes, agosto 31, 2007

“Hipercomunicados” y ermitaños


El domingo en casa recibimos dos diarios locales y tres nacionales. El día lunes llegaron a mi casilla de correo personal veintisiete mensajes y quince a mi casilla laboral. No tengo presente en esta cuenta la innumerable cantidad de spam, los mensajes de textos a mi celular, la lectura de diarios por internet, los portales de noticias. Afortunadamente o desafortunadamente casi no veo/escucho televisión ni prendo la radio.
En el Tibet hay ermitaños que viven durante tres, diez o veinte años a gran profundidad. Se encierran por su propio deseo. En todo este tiempo nunca ven la luz, nunca hablan con nadie. Cumplen en realidad un voto de silencio. Cuando quieren salir necesitan mucho tiempo para hacerlo porque si la luz entrase súbitamente quedarían ciegos al instante. Esto lo supe cuando leí “El manto amarillo” de Lobsang Rampa.
El ermita, como yo, busca su verdad. Medita sobre la naturaleza del hombre y de la vida. Deberíamos convencernos de que nuestro propio pensamiento, nuestra propia reflexión de lo vivido, no son tan estériles ni tan inútiles como suelen hacernos creer. Es una lástima que dudemos de que en nuestra experiencia está aquello que nos hace bien. Aquello que amamos. Aquello que nos hace felices.