sábado, septiembre 20, 2008

Nuestro origen


Lo saben las sacerdotisas. Y cuando lo cuentan las palabras corren de tanto amor. Nuestro origen no fue el verbo sino el útero. La matriz cósmica de donde surgió la vida.
En aquellos días la Diosa Madre se lavó las manos. Tomó un pedazo de suelo rojo oscuro. Lo mezcló con un corazón. Y sopló en sus narices el aliento divino. El útero de la vida creó la casa donde el viento habita. Hombre y mujer nacieron. Entrañables y distantes. Hermanos, amantes, consortes. Creadores también de lo que cambia y lo que permanece.

domingo, septiembre 07, 2008

Lilith


En uno de los principios, no fue Eva la primera esposa de Adán sino Lilith. Hecha del mismo barro que el hombre esta mujer no era inferior. Ni más débil. Ni dependiente. A orillas del agua Adán y Lilith se regalaban sonidos. Y acostados sobre la tierra, creaban hijos e hijas resplandecientes. Un día Adán se despertó enrarecido. Invocó a un creador celestial, masculino. Y como si esto no fuera poco: monoteista. Rojo de tanto orgullo comenzó a impartir órdenes e instrucciones. En vez de rencor, Lilith se llenó de carcajadas. Audaz y dueña de su belleza no había sido creada para obedecer, sino para entregar y abrazar amor. Por propia iniciativa, pronunció el nombre mágico de la divinidad, se elevó por los aires y se marchó del paraíso. Recién entonces Adán encontró a Eva y le dijo que había nacido de una de sus costillas.

martes, julio 15, 2008

Pobrecito nuestro diosito


Pobrecito el padre nuestro. Sentado en su trono del cielo। Solo y viejito।Diosito miralotodo। Contador de faltas y pecados। Tienen suerte los dioses orientales. Shivá está más allá de toda descripción. Pero como falo tiene al monte Kailash, ubicado al lado del lago Mana Sarovar, que es precisamente: la vulva de su esposa Parvati। Una diosa y un dios se aman en el Tibet. Se acercan. Se rozan. Se desean. Que manera esta de dar ejemplo. Sexo de dioses sin temores.Sin tener que pedir disculpas.

viernes, mayo 30, 2008

Egeria: viajera y escritora


Junto con el Emperador Teodosio una mujer atravieza el sur de la Galia y el norte de Italia. Cruza en barco el mar Adriático y llega sola a Constantinopla. A la salida del sol, cuando un hombre ya puede distinguir a otro, arriba a Jerusalén. Después va a Egipto. Ahí conoce Alejandría, el centro cultural del mundo antiguo y Tebas, aquella que fue descripta por Homero como la ciudad de las mil puertas. Queriendo conocer la ciudad en donde el apostol Pablo predicó su primer sermón cristiano en una sinagoga, viajó a Antioquía. De ahí visitó Edesa, la Mesopotamia y Siria. Eran los inicios del cristianismo. El largo período de paz logrado por el Imperio Romano a sus pueblos sometidos. Aún hoy, mil seicientos años después, el recorrido asombra.
Viajera y escritora, Egeria escribe en un papiro aquello que la sorprende: la belleza de los templos, los ritos de oriente, las agotadoras jornadas a lomos de asno o de camello, el viaje en barcaza cruzando el Eufrates. Sus memorias de viaje son las que hoy leo, pantalla de computadora mediante.
Se puede entonces estar en casa. Entrar en otro tiempo. Conocer una vida que es valiosa. Lo que ha costado derribar miedos y calumnias. Lo que hoy es aún difícil. Aquí está hablando conmigo. Aquí viajando. Derribando prejuicios. De sus palabras crecen maravillas del mundo. Ojos de mujer siempre encendidos. Piernas de mujer atravezando caminos. Manos unidas en súplica. Necesidad de entonar un salmo. Otros atardeceres. La misma risa quebrando las caras serias. Pedidos de perdón. Como ella lo digo: ¿Donde estás diosito querido?. Diosa mamita. Toda, informe, infinita. Impersonal. No te olvides. Aquí somos nosotras. Tierra fertil femenina.

jueves, enero 03, 2008

Palabras sobrevivientes

Hacia 1815 el sacerdote Dámaso Antonio Larrañaga, se acercó a Soriano, Uruguay. Allí entrevistó a tres de los indios más viejos y publicó algunas estructuras gramaticales y unos setenta términos de la lengua Chaná. Poco después se creyó que esta lengua había desaparecido. Cuando habían pasado casi dos siglos se supo que Blas Wilfredo Omar Jaime había guardado el conocimiento de sus ancestros. Su tatarabuela, se lo enseñó a su bisabuela, su bisabuela a su abuela y ella a su mamá. Por no tener hermana mujer este entrerriano aprendió Chaná y sabe nombres que ya nadie recuerda. Hay noches en que a Omar Jaime lo visitan palabras que quieren seguir viviendo.