viernes, mayo 30, 2008

Egeria: viajera y escritora


Junto con el Emperador Teodosio una mujer atravieza el sur de la Galia y el norte de Italia. Cruza en barco el mar Adriático y llega sola a Constantinopla. A la salida del sol, cuando un hombre ya puede distinguir a otro, arriba a Jerusalén. Después va a Egipto. Ahí conoce Alejandría, el centro cultural del mundo antiguo y Tebas, aquella que fue descripta por Homero como la ciudad de las mil puertas. Queriendo conocer la ciudad en donde el apostol Pablo predicó su primer sermón cristiano en una sinagoga, viajó a Antioquía. De ahí visitó Edesa, la Mesopotamia y Siria. Eran los inicios del cristianismo. El largo período de paz logrado por el Imperio Romano a sus pueblos sometidos. Aún hoy, mil seicientos años después, el recorrido asombra.
Viajera y escritora, Egeria escribe en un papiro aquello que la sorprende: la belleza de los templos, los ritos de oriente, las agotadoras jornadas a lomos de asno o de camello, el viaje en barcaza cruzando el Eufrates. Sus memorias de viaje son las que hoy leo, pantalla de computadora mediante.
Se puede entonces estar en casa. Entrar en otro tiempo. Conocer una vida que es valiosa. Lo que ha costado derribar miedos y calumnias. Lo que hoy es aún difícil. Aquí está hablando conmigo. Aquí viajando. Derribando prejuicios. De sus palabras crecen maravillas del mundo. Ojos de mujer siempre encendidos. Piernas de mujer atravezando caminos. Manos unidas en súplica. Necesidad de entonar un salmo. Otros atardeceres. La misma risa quebrando las caras serias. Pedidos de perdón. Como ella lo digo: ¿Donde estás diosito querido?. Diosa mamita. Toda, informe, infinita. Impersonal. No te olvides. Aquí somos nosotras. Tierra fertil femenina.