jueves, marzo 02, 2006

indefectiblemente

Es una estrella. Una enorme esfera de un millón y medio de kilómetros de radio. Llena de gas incandescente, casi enteramente hidrógeno. En la superficie una temperatura de seis mil grados, y en el centro, de veinte millones. El centro soporta todo su peso. En el núcleo se desencadena un mecanismo de fusión: los átomos de hidrógeno, el elemento químico más simple de todos, se fusionan para dar átomos de helio. En cada segundo, seiscientos treinta millones de toneladas sufren este proceso. De esta cantidad, casi cinco millones se evaporan, generando una presión hacia afuera capaz de contener el peso de toda la estrella. Una parte de la materia se transforma en energía.Así se evita que colapse sobre sí misma. Pero este equilibrio no durará para siempre. El combustible, si bien es mucho, no es eterno. En algún momento el hidrógeno se agotará y llegará el momento fatal en que todo se habrá convertido en helio. Cuando esto suceda las capas exteriores empezarán a expandirse. Se evaporarán los planetas más cercanos, como Mercurio y Venus. Nuestro planeta también. Los océanos se evaporarán. La corteza terrestre se fundirá. Todo el aire volará por el espacio. Una vez que el núcleo se haya convertido en una bola de hierro, se empezará a contraer y a apagar. Lentamente se extinguirá y una noche definitiva caerá sobre este planeta. Será dentro de cinco mil millones de años. Nada, en el mundo puede revertirlo, ni evitarlo. Es la lenta pero irreversible muerte del Sol.

Desplazamientos

Necesidad de realizar desplazamientos. Casi siempre de las formas con que nos acercamos a las cosas o planeamos lo que hacemos. Como si los ojos se nos volviesen cansados de encontrar siempre lo mismo. Como si las voces repitieran incansablemente aquello que no queremos. Me aferro a lo que intuyo. Me mueve lo que todavía no tengo.