domingo, diciembre 30, 2007

El cielo que vio Hiparco


Hiparco de Nicea avergonzó a quienes consideraban un cielo inmutable. Descubrió una nueva estrella y ese lento movimiento del bamboleo del eje terrestre que a lo largo de los siglos provoca ligeros cambios en la ubicación de las constelaciones. Director de la famosa Biblioteca de Alejandría, el mundo le debe también la oblicuidad de la eclíptica, la invención de la trigonometría y los conceptos de longitud y latitud geográficas. Su catálogo de más de 800 estrellas, es la obra fundacional de la astronomía. La escala de seis magnitudes de los brillos aparentes que utilizó, es la que se usa en la actualidad. En Rodas murió hace más de dos mil cien años y se creía que nada suyo se había conservado hasta nuestros días.
Sin embargo un escultor romano copió en el mármol una escultura griega. Las precisas cinceladas permitieron conservar una esfera tallada, sostenida por los hombros de un gigante. Quizás se trata de Atlas, de quien se dice que Zeus lo condenó a cargar sobre sus hombros los pilares que mantenían la tierra separada de los cielos. En el globo, se pueden ver cuarenta y un constelaciones, las líneas que representan el ecuador celeste, los trópicos y la elíptica. Las imágenes de las estrellas están demasiado bien ubicadas. Es difícil que el escultor las haya hecho al azar.
Bradley Schaefer que es profesor asociado de Física y Astronomía en la Universidad Estatal de Louisiana, calculó con precisión la posición de las constelaciones esculpidas. Comparó este patrón con la fecha actual y anunció ante los miembros de la Academia Norteamericana de Astronomía que la bola de piedra era una copia de un globo estelar hecho por Hiparco. Si esto fuera verdad, las imágenes que los griegos vieron en el cielo estarían ahora en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. La estatua se conoce con el nombre de Atlas de Farnese.
Yo no querría desmerecer la historia, ni las investigaciones científicas, ni los increíbles hallazgos. Pero lo sencillo también asombra. De algún modo, en el lugar que estés, esta misma noche, podés disfrutar la luna que inquietó a los griegos.

martes, diciembre 11, 2007

Dios mujer en el Monte Athos


En Grecia, muy cerca de la frontera con Macedonia, se encuentra el Monte Athos. Es el único estado monástico del mundo. Desde 1926 posee un estatuto autónomo del gobierno griego. Existen allí doce casas de ermitas y veinte monasterios.
Actualmente viven alrededor de 1600 monjes, pero en el pasado albergó a más de 5000. Guardianes de milenarios dibujos hechos con maestría. Ministros de la fe que encienden lámparas de oros macizas. Y profundos conocedores de los escritos de los primeros cristianos.
Todo en Athos busca el acercamiento a Dios. El calendario es el gregoriano y el hábito horario el bizantino. Las horas se cuentan a partir de la puesta del sol y no de la medianoche. Nadie camina en esas tierras ajeno a la admiración de lo supremo.
Hombres silenciosos, buscadores de la felicidad divina, concibieron a Athos con una ley severa. Ninguna mujer ni ningún animal hembra puede atravesar su muralla. Para nosotras, este monte que baña el mar Egeo es el rincón del mundo más impenetrable. Yo no siento lástima ni pena. Escribo con seguridad, a contramano de una historia de varones victoriosos pero ingenuos. Poca cosa es suponer que la mera prohibición de una entrada aniquile las noches cargadas de sueños de curvas y cantos de féminas.¿Es que ninguno de ellos ha leído a la sulamita rezar en el Cantar de los cantares: nosotras somos la rosa de Sarón y el lirio de los valles.? Yo no se cuando será la tarde en que alguna de nosotras camine por los pasillos de un monasterio de Athos. Cuando pronunciaremos nuestras palabras en aquel viento. Cuando acunaremos allí a nuestros niños y a nuestras niñas. Pero estoy segura. Así será un día sin venganza. La verdad liviana y sencilla de nuevo cursará las aguas. Entonces un monje en su celda solo, sabio, tal vez viejo, reconocerá que Dios también es “La inconmensurable”.