Lo saben las sacerdotisas. Y cuando lo cuentan las palabras corren de tanto amor. Nuestro origen no fue el verbo sino el útero. La matriz cósmica de donde surgió la vida.
En aquellos días la Diosa Madre se lavó las manos. Tomó un pedazo de suelo rojo oscuro. Lo mezcló con un corazón. Y sopló en sus narices el aliento divino. El útero de la vida creó la casa donde el viento habita. Hombre y mujer nacieron. Entrañables y distantes. Hermanos, amantes, consortes. Creadores también de lo que cambia y lo que permanece.
En aquellos días la Diosa Madre se lavó las manos. Tomó un pedazo de suelo rojo oscuro. Lo mezcló con un corazón. Y sopló en sus narices el aliento divino. El útero de la vida creó la casa donde el viento habita. Hombre y mujer nacieron. Entrañables y distantes. Hermanos, amantes, consortes. Creadores también de lo que cambia y lo que permanece.