jueves, febrero 11, 2010

Los grises de Romaine Brooks

Su estudio era un cuadrado acristalado en lo más alto de París. Ni pesimista ni optimista. Con temperamento venturoso. La veo vibrando detrás de su pincel. Sus objetos no son las naturalezas muertas sino las mujeres que quiere y desea. Aquellas que sin hipocresía, se mueven horondas ventilando verdades.  Que hacen temblar miedos y copas. Para Romaine Brooks un hombre no es solo un hombre. Y una mujer es más que una mujer. Grises también son las tormentas, las fábricas, los trajes, los rostros. Y días hermosos con cuerpos que dejan leerse y acompañarse. En sus cuadros Ida Rubeistein es Venus. Nattalie Barney, a quien amó durante 50 años, es La Amasona. Elsie de Wolfe posa junto a una cabra y la Baronne d´Elanyer se acompaña con una pantera. Yo veo a Romanine sin sombrero, pelo corto vestida con capa, moviéndose con el viento del mar. Toda ella sin prejuicio y plena con sus grises. Aunque me imagino que a veces cansa mantener tanto tiempo prendida la hoguera. También llueve y hay viernes que son tristeza. Dicen que siendo una anciana vivió en una casa con cortinas negras, sintiendo temor a que los árboles del jardín le terminaran de chupar la vida.

1 comentario:

eugenia dijo...
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