jueves, marzo 11, 2010

Leonora Carrington: la última surrealista con vida



En mayo de 1940, los alemanes entran a Francia. Max Ernst es llevado por segunda vez a un campo de concentración por pertenecer al movimiento de intelectuales antifascistas. Su esposa, aunque inglesa, escapa a España y se siente asfixiada por los muertos. Siente que la tierra roja es la sangre seca de la guerra civil. Su estómago se mueve como un terremoto. Contra su voluntad es internada a pedido del cónsul británico en Santander. Allí se da cuenta que Covadonga, Amachu y Abajo no formaban parte de Egipto, China y Jerusalén, sino que son pabellones para dementes. Colgada a los barrotes como un murciélago, decide escapar de manera urgente. Cuando por fin llega a México, los personajes suben y se acomodan solos en sus cuadros. Hay mujeres que al mismo tiempo son ramas, nidos y pájaros. Monjitas que se ahogan en el vaso de agua de su virtud. Nigromantes y astrónomos de larguísimos sombreros. Minotauros que comen en mesas. Bosques de fantasmas, de larvas y de hongos venenosos. Vasijas que crean ríos. Leonora, no puede ni quiere explicar nada. Que cada quien entienda a su manera.

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