domingo, mayo 02, 2010

Carol Dunlop y Julio Cortázar: los autonautas del cosmoamor


En un viaje por la autopista del sur que une París con Marsella, el será el lobo y ella la osita. El indomable Farner, un dragón rojo Volkswagen que los llevará a rienda corta de paradero en paradero. Es un juego de treinta y tres maravillosos días fuera del tiempo. Una fiesta a la vida sobre una larga cinta de asfalto caliente. Todas las mañanas se besan los labios y se ofrecen su alegría de enamorados. Jugos de naranjas mirándose y montañas de café. Con ese estado de ingravidez, la felicidad les sale por los ojos y la detienen escribiendo juntos. Cuanto más avanzan más se gozan. Terminan llenos de planes. Amarse todavía más intensamente. Al regreso un mal que no es pasajero le arrebata a Carol su luz, su sonrisa, su entusiasta vivencia del sol y del mar. Cortázar edita este libro, en una soledad agobiante. Dejándose doler recuerda. Compagina las fotos. Y limpia los textos ya escritos. Subida a esas palabras, desde la muerte, ella busca abrigarlo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

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Replicántropo dijo...

No conocía la historia de Carol Dunlop, ni había tenido curiosidad por leer a Cortázar. Esta mañana, Juan Cruz la menciona en el diario EL PAÍS, a propósito de la reedición de "Los autonautas de la cosmopista". Me llamó la atención, busqué datos, y fotos en la red, y encontré este comentario de su blog: si me quedaba alguna duda sobre si acercarme a ese libro, sus palabras la han despejado, lo leeré este verano, procurando que con el mismo ánimo alegre con que ellos lo escribieron...
Gracias por la sugerencia, un saludo...

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